IMPRESIONES DEL II TORNEO - PZA ALTA DE BADAJOZ
Lo primero que debo decir es que no trato de hacer una crónica propiamente dicha del torneo, que para eso ya está Generelo, y de más estaría que yo tratara de quitarle clientela, así que a los interesados les remito a la web del Santa Isabel para tener toda la información de lo sucedido, ronda a ronda, con sus fotos, su clasificación y algunos comentarios de su simpático webmaster. Además, publicar una crónica casi un mes después no sería muy adecuado.
Mi intención es mucho más modesta; a saber, contar mis propias impresiones en el torneo, o dicho de otro modo, hablaros del papel del jugador que quedó a 58 escalones de los 400 euros del premio. Vergüenza me produce confesar que logré tan solo 2 puntos y que mi posición final fue la 59 para un total de 65 jugadores presentados, pero desgraciadamente este tipo de listas son públicas y de nada me serviría intentar engañaros o negar la evidencia.
Entiendo además que labor tan poco interesante como contar las andanzas de este tipo de jugador pueda atraer a bien pocos lectores, pero me encomiendo a los afortunados que, como yo, copamos los peores puestos de los torneos de ajedrez, y que tienen un margen de mejora tan enormemente grande que para si quieran los desgraciados que se llevan los premios.
Para ellos y para mí, y para todo aquel que en secreto siente como una pequeña victoria evitar la última mesa del torneo, escribo estas disquisiciones del Rincon del Ultimo Tablero. Espero que os gusten. Empezamos pues.
Después de 14 meses sin jugar ningún torneo (el último había sido el de Reyes de 2010) me comprometí con Enrique Gallardo a ir con él a éste. Su desmedido interés para que asistiera, su consejo sobre la importancia de jugar torneos para progresar en el juego y la preocupación que mostró durante los últimos días por mi “preparación”,... quedaron plenamente explicados cuando la noche anterior me confesó que no tenía coche y que tendría que llevarle yo.
En cualquier caso lo cierto es que ya me apetecía saborear un poco de ajedrez y la oportunidad de competir después de meses sin probarme, la oportunidad que se me brindaba de quedar en evidencia, de hacer el ridículo en un marco incomparable, en plena calle, hala, para que todo el mundo lo viera, era sencillamente fabulosa.
Bueno, a decir verdad albergaba buenas impresiones, y la sensación de que esta vez no iba a hacerlo tan mal como en otras ocasiones se fue apoderando de mi en los días precedentes. Aqueste any si, me dije en mi mejor catalán, pero luego todo resultó un calco de esas sensaciones ya vividas que, desgraciadamente, me van alejando de forma instintiva de los torneos.
Para empezar el sorteo me deparó un rival con el que me gusta jugar, Iñigo López, y por el que siento especial predilección. Era mi segunda partida con él y estaba convencido de perder, como en la primera (recuerdo una partida muy complicada con la que me lo pasé muy bien), claro, pero me dije que jugaría tranquilo y que intentaría ponerle las cosas complicadas.
Aquí tenéis la partida:
La suerte me deparó en segunda ronda a Carmelo Trigo, un histórico, con el que también había jugado en otra ocasión. En aquella primera ocasión me barrió literalmente. Ahora estaba dispuesto a intentar ganar, tenía las pilas cargadas y las piezas blancas para intentar la machada. En la apertura cobré ventaja y al poco gané un peón central limpio, pero más de 30.000 partidas en Buho 21 iban a devolverme a la cruel realidad.
Aquí la tenemos:
A la tercera partida llegué tarde y me tocó una niña con pocos fundamentos ajedrecísticos, es cierto, pero que ya ve los mates en una. En unas pocas jugadas, y casi sin pretenderlo, me quedé con pieza limpia de ventaja. Así que me puse a jugar sin apuntar y pensando que todo el pescado estaba vendido. Y en estas llega un jaque inicuo de torre y sin ambiciones y en lugar de hacer la jugada que salta a la vista y que, en este caso si, era buena, tapar el jaque y después enrocar tranquilamente, me pongo original y muevo mi rey...a la única casilla en la que queda irremediablemente encerrado para que el siguiente jaque, esta vez de dama, sea el último y definitivo. Un error (o más bien el error) que vengo arrastrando como un niño chico desde que empecé hace tres años, y que no es otro que calcular las posibles jugadas que yo puedo hacer después de efectuar una concreta, obviando por completo las jugadas del rival, por muy inmediata que sea. Lamentable.
En ese momento me levanté y me fui a pasear por el barrio. Algo de turismo bajo la lluvia no me podía venir mal para refrescarme la cabeza. Me rondaron ideas de abandonar el torneo. Cuando me senté en la cuarta ronda, frente a otro niño, jugué al toque sin animo ninguno y, logicamente, perdí.
El descanso y la comida fueron un alivio. Nos invitaron los “Benavides” en su propia casa, así que estuvimos como en familia, relajados, distendidos, aunque la procesión iba por dentro. El vino autentico francés, la variedad de ibéricos y el exquisito pollo en salsa, con miles de patatas fritas caseras, con que la señora de la casa agasajaba a sus invitados, me llevaron a olvidar todos los males. Después me “obligaron” a tomarme tres o cuatro cafés, con lo que ya estábamos listos para la jornada vespertina.
La 5ª ronda me emparejó en la última mesa con un niño que no representó ningún problema. Al menos no era el peor del torneo, si bien el crío tiene por delante muchos años de progreso con los que yo no cuento. Así que esta victoria no me levantó en absoluto el ánimo.
La penúltima sí fue una auténtica piedra de toque para mí, porque Jose Gonzalez representa a la perfección el nivel de juego al que aspiro llegar con el tiempo, el jugador tranquilo que se maneja en mitad de la tabla, compitiendo de tú a tú con oponentes de entre 1500 y 1800 ptos elo, y dando esporádicamente algún susto a los que están por encima de ese nivel. Desde fuera quizás la aspiración no parezca demasiado ambiciosa, pero espero que, al menos, sea realista, y que con el tiempo pueda llegar a esas cotas.
Además es un jugador (y un amigo) al que quiero agradecerle especialmente el afán que muestra por ayudarme a progresar, con continuos consejos y muestras de ánimo.
La partida fue (o al menos a mí me lo pareció) bastante interesante e igualada, solventándose finalmente en un final de peones en el que el bueno de José se equivocó cuando me parecía que podía haber forzado las tablas. Según él fue un error de cálculo, así que le creeré, si bien me parece tan hospitalario y buena persona que muy capaz fue de dejarse ganar para levantarme la moral.(Vaya manera la mía, de "pagarle" sus atenciones y su comida...)
Aquí os dejo la partida:
Con dos puntitos llegué al último peldaño: Victor Rodriguez Pastor. Otro rival con el que ya había jugado en una ocasión y que me había chorreado de lo lindo merced a un infantil error del que suscribe. Esta vez la cosa fue radicalmente distinta y estuve en la partida hasta que el tiempo empezó a agotarse. Moví todo lo rápido que apuntar las jugadas me permitía, y cuando cayó la bandera no puede decirse que mi posición fuera peor que la suya, En cualquier caso es cierto que llevó en todo momento la iniciativa y que, reloj al margen, mereció ese punto.
Desde aquí un saludo a él y, especialmente, a su padre, que le acompaña a todos los torneos, trayéndole desde la otra esquina del mundo, sacrificándose por satisfacer la pasión de su vástago, y esperando entre bambalinas pacientemente mientras los demás juegan, encantado siempre de charlar un ratito o de tomar un café o un refresco, que por supuesto siempre se empeña en pagar.
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Y así acabé el torneo, con dos puntitos en mi casillero y cinco derrotas, dos o tres de ellas muy dolorosas y estúpidas, pero creo que la jornada fue positiva, por aquello de que de los errores se aprende, porque me llevé a casa el convencimiento de que debo tomarme de otra manera ciertas derrotas y porque, después de todo, fue un buen domingo de ajedrez en un marco precioso y rodeado de amigos. Ojala muchos domingos fueran así, ¿no os parece? Un saludo y hasta la próxima entrega del Rincón del Ultimo Tablero.
Javier Magariño.
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